Mis pequeñines

viernes, 13 de julio de 2012

Destino.

Todas, y cada una de las cosas que pasan. Tienen una justificación. Muchas veces no sabemos encontrarlas, pero todo pasa por un porqué. En esos momentos de bajón, en los que nos agarramos la cabeza y miramos al cielo en busca de una respuesta. Y aún así sin saber lo que nos pasa continuamos comiéndonos la cabeza. Intentamos seguir adelante sin una respuesta, todo sale mal. ¿No hay respuesta? Voy a buscarla y si no es la que yo quiero lucharé por obtener la deseada. Adelante, arriesgándolo todo, a por todas. Sale mal, inténtalo, una, dos, tres veces. Hasta que todo salga bien, porque no todo el mundo tiene suerte y puede tener lo que quiere en el momento. Por las cosas se lucha y se sufre. Sobretodo por lo que más importa. Que no siempre van a ser las cosas fáciles ni saldrán a la primera. No siempre se tiene suerte. No hay un si o un no. A veces hay cosas que te impiden pensar, ni si quiera saber lo que tú mismo piensas. Y todo no es tan fácil como decir, quiero ser feliz y voy a serlo, la felicidad depende del destino. De lo que el quiera darte o quitarte. Porque nadie sabe que será feliz. Eso nadie lo sabe, porque un día quién lo tenga todo y sea feliz, puede quedarse sin nada. Y quién no tenga nada, puede tenerlo todo. Puede ser, sí, que no sea la más afortunada, pero hay quién dice, que al que madruga dios le ayuda, pues yo madrugo de lunes a viernes. Que el que mal empieza, bien acaba, y yo con buen pie no se dice que empiece las cosas. Quién no arriesga no gana, y yo arriesgo todo lo que tengo para obtener lo que quiero y nunca lo consigo. Y vale puede ser, todo lo que pasa lo elige el destino. ¿Pero sabes que? El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros los que las jugamos.



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