Mis pequeñines

jueves, 30 de agosto de 2012

Danza.

Estoy en el estudio de danza. No hay nadie y es el momento de lucirse. Me pongo las medias para prepararme. Estoy cansada, pero no en el sentido físico, sino mental. Hoy me encontré antes de venir a un amigo de toda la vida y la conversación que tuvimos. Pongo el reproductor aleatorio, y comienza la música.

Empiezo a relajarme, a dejar un poco la mente en blanco, y comienzo. Paso izquierda, movimiento de brazos, giro, paso delante, derecha, vuelta, sentarse y... Mierda, he fallado. Vuelvo al reproductos y me quedo parada. Y pienso en si quizá...

Sí, comencemos la música. Empezamos. Paso izquierda, brazos y pienso mientras sigo bailando. Pienso que si de verdad soy delante de la gente como soy de verdad, que si sigo siendo la niña asustada de años atrás que se ponía una máscara de acero para que no supiesen qué me pasaba. Giro, paso, derecha, vuelta. Nunca me ha gustado eso de mostrar mis sentimientos, creía que era de débiles, que a esas personas que lo hacían sufrían más y yo no quería eso. Agacho, arriba, tumbada y estiro. Con la máscara puesta me sentía algo segura, pero había días que llegaba a casa más rota que el día anterior, y cuando me abría con pocas personas, soltaba poquito, nunca decía todo por miedo a que la gente hablase de mí y mis problemas. Ruleta, abre piernas y estirar, girando sobre mí misma, cerrar y voltereta hacia atrás quedando de rodillas. Pero ya es diferente, ya no me siento tan encerrada, ya hablo más con la gente, y ya muestro sentimientos, de vez en cuando, pero los muestro. Y ya poco a poco, voy volviendo a ser feliz. Vuelvo a levantarme con gesto delicado, giro, paso, tumbarme, y termino el baile, dejándome más tranquila y más feliz, finalizando así.


No hay comentarios:

Publicar un comentario