Sí, tú, el que ha buscado un hueco para refugiarse en
unas simples palabras, decirte que nunca abandones. A pesar de todo lo que te
han dicho, de lo que te hayan dicho; lo que hayas pensado o te hayan hecho pensar,
nunca debes renunciar a tus sueños, y menos el de ser feliz. ¿Por qué? Porque
no merece la pena hundirse, ni estar de capa caída, ni odiase a sí mismo, ni
siquiera desaparecer. No, NUNCA renuncies a tu vida. ¿Oíste? Te repito, NUNCA.
No des esa satisfacción a tus enemigos ni el disgusto a los tuyos.
No te voy a mentir, quizás no seas de sangre real,
incluso no quieras ser la princesa o el príncipe de alguien, pero, ¿sabes qué?
Que igualmente, mereces la pena. ¿Por qué? Porque casi todos lo merecemos seamos
ricos o pobres, jóvenes o entrados en años, altos o bajos, blancos o negros.
Por tanto, al merecer la pena, no te rindas, aunque cueste, no lo hagas. Lucha,
rodéate de los tuyos y que te duren, pero si alguno tiene que irse, despídete
con un Hasta luego, nunca con un adiós; mantén lejos a tus enemigos, cerca a
los tuyos y, lo más importante, intenta buscar tu propia felicidad.
¿Por qué? Porque TÚ y solamente TÚ eres el dueño de tu
increíble y única vida, y nadie debe ponerte trabas en tu camino.
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